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Son muchas las historias que acompañan al Alfa tras sus espaldas, pero quizás la más importante, fue la que sucedió en el pasado. 

Justo el mismo instante en el que nació, el pequeño Okami tuvo la bendición y el don de su Dios. El poder de transformarse en una bestia lobuna. 

Años después, nació el segundo de los hijos, pero por desgracia, el no obtuvo su bendición. Los padres, David y Anne desconcertados, trataron de indagar sobre el tema, pero no recibieron respuesta alguna. 

En la juventud, ambos hermanos eran uña y carne, jugando juntos, divirtiéndose, aprendiendo sobre las costumbres del Clan y demás. 

Sin embargo, llegaron los aciagos días. Apenas había comida y el padre de los niños, cayó enfermo. Por otra parte, los sanguinarios seguían campando a sus anchas. Aunque ellos también parecían tener escasez de comida, por lo que firmaron un tratado de paz. ¿Pero quién trataba con vampiros? Eran tiempos de necesidad y David, cometió su primero y último error fatal. 

Kai no fue bendecido por el don de Okami, pero si obtuvo una mente e inteligencia poco usual. Trató de advertir a Haru, su hermano, el próximo Alfa sobre las consecuencias del tratado. Haru, desconcertado, hizo oídos sordos a sus palabras. Tan solo buscaba que su padre mejorase, aparte, necesitaban comida con urgencia. 

En una de esas cacerías fallidas, Haru y unos pocos cazadores volvieron con las manos vacías. No había ganado y la enfermedad de David, parecía haberse transmitido al Bosque. 

Al volver, detectaron un aroma desconocido. Se sumaron dos, luego 3, luego se multiplicaron...Y en cuestión de segundos, ahora solo podían detectar un olor. Las llamas asolando el Clan. 

Haru que apenas tenía la friolera de 37 años (Apenas un suspiro en la vida de un Okami) corrió junto con los demás para volver a su hogar. Sin embargo, lo que obtuvieron no fueron más que una imagen desoladora. 

Nunca se debían hacer tratos con los sanguinarios. 

Defendieron la aldea tan bien como pudieron, pero las bajas eran innumerables. De ser 400...A no más de 20. 

David falleció, quien sabe si fue debido a la enfermedad o al ataque de los vampiros. Anne, la mujer del Alfa, reunió a los guerreros restantes y en un ataque de ira, corrió contra los rezagados que huían del lugar. Su misión había sido cumplida. Lo que ella no sabía, es que jamás volvería a ver a sus hijos. 

Kai, destrozado y con tierra por todo su cuerpo, se acercó a un Haru desolado y con sangre por todo su cuerpo. Golpeó a su hermano una y otra vez. Le gritaba, le culpaba de todo lo que había sucedido. 

``SE LO ADVERTÍ A PADRE, TE LO ADVERTÍ A TI, PERO NO ME HICISTE CASO. ¡TODO ESTO ES POR TU CULPA, EL CLAN ESTA MUERTO GRACIAS A TI!´´ 

Y tras esas crueles palabras, abandonó a Haru a su suerte. El nuevo Alfa, y sin Clan, apenas se había movido del sitio. Quedó petrificado ante la desolación de los suyos. 

—Lo siento...— Dijo horas después con un hilo de voz quebrado. 

Haru había tenido una buena enseñanza para ser un gran Alfa, ¿Pero qué era un Alfa sin su Clan? No volvió a tener noticias ni de su madre, ni de su hermano, ni de los demás supervivientes del Clan. Estaba solo.

Pasados unos meses de intenso entrenamiento y culpabilidad, cargó la ira y la rabia contenida sobre los vampiros, sobre los causantes de ello. No encontró a Anne, ¿Qué había sido entonces de su Madre? Exterminó a los amantes de la sangre, incluyendo a Lod'Red'Ak. El líder de su orden. 

Antes de volver a su hogar, dibujó en el gran portón del bastión, el símbolo de los Okami. Utilizó todo el plasma del que disponían aquellos seres. 

Pensaba que con la venganza obtendría la paz. Pero en ese momento supo que, de nada servía haber saciado su sed de sangre.

Ahora, en el Bosque. El Okami pasaría solo por décadas, siglos, quien sabe. Solo espera poder restablecer el Clan algún día y ser un gran Alfa.

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